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Hablando de bacterias resistentes…

Hoy para seguir hablando sobre las claves en la semana mundial de concienciación sobre el uso de los #antibióticos, te dejamos un artículo de opinión de nuestro CEO Álvaro Fernández-Blanco B., en el que nos cuenta cómo se produce el traspaso de información genética en las bacterias resistentes y cómo podemos poner freno a este problema para evitar los 10 millones de muertes al año a los que nos enfrentamos al ritmo actual sobre 2050 tal y como estiman algunos estudios.

La controversia está servida cuando hablamos de bacterias resistentes o multirresistentes, resistencias a antibióticos, de “una sola salud, OneHealth”. ¿Sabemos calibrar realmente a qué nos referimos cuando usamos coloquialmente estos términos o los vemos en un noticiero?

ADN

Solemos hablar de bacterias resistentes a antibióticos, a anti-microbios en general, al referirnos a grupos de individuos que comparten un mismo acervo genético para un aspecto en particular (cepa) sin tener en cuenta que forman una colonia. Como si de bibliotecas con libros de guerra se tratasen, los microorganismos contienen en su ADN las instrucciones necesarias para proteger sus barreras o muros (las membranas), los sistemas cinéticos o la estabilidad de su citoplasma del ataque externo.

También contienen las instrucciones sobre cómo fabricar sus propias armas, en este caso, sus propios antibióticos, que utilizarán para “quemar” un territorio que deseen conquistar o proteger, a la par que para protegerse ellas mismas y a sus congéneres con los que conviven ya sean del mismo grupo o simbiontes.

Si nosotros aplicamos una molécula simple con actividad antibiótica (del griego “anti”: contra, y “bió”: la vida) sobre nosotros mismos u otros seres vivos, lo hacemos en el medio donde ellas habitan sea éste piel, intestino, parénquima… así que su respuesta obviamente será tratar de reconocer el grado de amenaza que esto supone.

Medicamentos de sístesis química

Cabe esperar que tratarán de defenderse y protegerse unas a otras como colonia que son a la par que protegen su entorno. Esto no quiere decir que su defensa, no acabe convertida en ataque. Detectada la amenaza, como si de impresoras 3D se tratasen, sus organelas comenzarán a trabajar costosamente con lo que ello conlleva, con el fin de reproducir copias de estos “manuales de defensa” que propagarán para defender la colonia. Este mecanismo de comunicación entre bacterias está potenciado por el llamado quorum sensing. La percepción de quórum o autoinducción es un mecanismo de regulación de la expresión genética en respuesta a la densidad de población celular, es decir, una “llamada a filas” ante el descenso o aumento de la población; también desencadenada por cambios en su biodiversidad poblacional. En el momento que cambian las poblaciones, cambian las lenguas y los mensajes, comienza Babel y su galimatías. Las células (bacterias) involucradas, producen y excretan sustancias que sirven de señal química para inducir la expresión genética colectiva. Hablando particularmente de los antibióticos, cuando enviamos estos mensajes de destrucción sea cuál sea la cantidad de ellos (dosificación), estamos activando sus mecanismos de defensa. Como consecuencia, llegamos también al quid de la cuestión: los genes de resistencia a antimicrobianos. Estos genes son como los Flyers o fanzines extraídos de los libros de la guerra, que contienen instrucciones claras, concretas y directas de cómo defenderse. Una vez que estos mensajes, esta información de código abierto multilingüe comienza a circular, se extiende como si de un “vídeo viral” se tratase. Se convierte en trending topic en cuestión de horas, minutos…y no hay manera fulminante ya de borrarlos o eliminarlos.

El ciclo de las bacterias resistentes

Cuando la información que circula en un organismo superior (un mamífero, un vegetal) o el ecosistema está plagado de estos mensajes conflictivos por defensivos que sean, suponen parte de una llamada a las armas a otras colonias o grupos, que taxonómicamente pueden estar bien lejanos. Si estos otros integran el mensaje en su biblioteca, la capacidad de responder frente a un ataque a su sistema vital, se produce lo que llamamos una “resistencia cruzada”. Es decir, aprendes a defenderte de un ataque al que nunca te has enfrentado realmente. Específicamente la resistencia cruzada ocurre como cuando aplicas al defenderte de un golpe de karate una actitud defensiva que aprendiste para otro tipo de ataque, y ésta te funciona.

¿Instruimos pues para la guerra? Esto nunca nos ha traído nada bueno. Estos seres vivos sencillos que pueblan el planeta desde hace mucho más tiempo que mamíferos, reptiles o aves, como lo son bacterias, protozoos o helmintos (vermes), pueblan cada millonésima parte de nosotros mismos y todo aquello que nos rodea.

Como aclaración adicional, es importante remarcar que aunque los virus se encuentran dentro de las estrategias de reducción a antimicrobianos, no son seres vivos, son cajas regalo con manuales de todo tipo en su interior que las bacterias han venido utilizando para comunicarse más o menos acertadamente entre ellas. Siguiendo el ejemplo de la impresora, podríamos decir que esas cajas contienen piezas de la impresora 3D y mensajes directos de seducción: una buena portada y un guión vectorial de cómo reproducirlos espectacularmente atractivos.

Como comentábamos, si nos comunicamos con estos seres vivos a través de mensajes premonitorios del caos (aumento de la entropía) persiguiendo lograr objetivos zootécnicos o seguir manteniendo niveles de vida estresantes, enviando misiles tácticos de aviso como son los antibióticos a dosis sub-terapéuticas o cuando no son necesarios…estamos creando el clímax perfecto para el Gran Desastre. Así ocurre igualmente en los tiempos que vivimos a nivel de Fuerzas Armadas, por cierto, desde hace ya décadas.

Cuando aplicamos antibióticos sintéticos mono-molécula (una amoxicilina, una estreptomicina, una penicilina etc.) incluso provenientes de hongos cultivados, a veces olvidamos que para acabar con unas bacterias que hemos considerado son las causantes del problema -muchas veces erróneamente-, colocamos en el medio mensajes que también van a recibir otros seres que allí conviven. ¡Error! Atacamos una población pero olvidamos que hay otras que también se verán afectadas e intentarán defenderse y aprender; otras desaparecerán si son extremadamente frágiles al “mal rollo”, como les pasa a las ya famosas bifidobacterias o lactobacilos que tanto bien nos hacen. ¡Horror!. Hay cientos de especies, cepas, colonias, conviviendo en los ecosistemas digestivos.

El Dr. Alexander Fleming realizó sus primeros trabajos sobre cómo los hongos (Penicillium notatum) se expandían en un medio contrayendo el crecimiento de otros hongos, pudiendo observar cómo éste efecto se reproducía al colocar extractos del medio de cultivo del hongo en presencia de algunas bacterias. Dicho de otra manera, detectó que el misil táctil que los hongos envían a otros hongos para decir “¡Eh! Aquí crezco yo, esta es mi comida. No te acerques o te fulminaré”, supone una liberación al medio de moléculas como la conocida penicilina, que también tienen ese mismo efecto asustadizo o destructor sobre otros microorganismos a los que no quieres hacer daño (bacterias, hongos, protozoos).

Dr. Alexander Fleming de Sandy Stevenson tiene licencia (CC BY-NC-ND 2.0)

¿Cómo podemos explicar este fenómeno multi-especie? Evidentemente esto se explica porque todos los seres vivos estamos hechos de los mismos elementos químicos, compartimos rutas metabólicas y, sobre todo, compartimos la estructura del mensaje más profundo y primigenio que nos define a todos, a toda la vida de este planeta: El ADN.  Esta es la cuestión principal que nos lleva a estudiar los genes de resistencias a antibióticos. Estos mensajes se hayan desde hace milenios en el planeta, son indestructibles por completo a la par que altamente transmutables, por lo que la única forma de hacerlos “desaparecer” es diluirlos en el medio con el paso del tiempo.

Prueba de susceptibilidad
antimicrobiana en placa de petri

También podemos optar por dar la oportunidad a nuevas colonias que no estén a la defensiva de repoblar ahora el planeta. No se trata solamente de usar alternativas terapéuticas como el poder de las plantas medicinales, que cuentan con mecanismos múltiples antibacterianos de manera simultánea sin permitir crear códigos de respuesta que enviar, no generan genes de resistencia entonces.

Se trata de evaluar cada vez qué estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo y porqué están apareciendo estos signos o síntomas. Saber escuchar, observar, reflexionar. Cambiar las rutinas de higiene, de alimentación y descanso para cualquier especie y contexto, es más rentable y sano que bombardear constantemente nuestros propios ecosistemas, territorios o parénquimas. No hay un “ellas” y un “nosotros”, dependemos de su existencia tanto como los microorganismos de nosotros. Fomentemos las poblaciones beneficiosas aprovechando sus propios mecanismos de comunicación, favoreciendo la presencia de sustancias prebióticas e inhibidoras de manera equilibrada, restableciendo la biodiversidad microbiana que tanto bien hace.

Nos gustaría invitaros a una reflexión final: ¿Por qué los avances de Fleming se expandieron por el mundo tan velozmente, dejando en su difusión a un lado lo que él también descubrió acerca de la capacidad de aparecer resistencias? Sus descubrimientos y los que le siguieron, salvaron y salvan muchas vidas en catástrofes de calibre internacional donde las condiciones de vida son pésimas: hambrunas, sequías (aguas estancadas), guerras, etc. Gran parte de la tecnología farmacéutica para producir a gran escala estas famosas moléculas ha girado desde hace más de 70 años alrededor del mundo de la guerra. Apaciguadas las guerras mundiales, ¿qué hacer con toda esa tecnología y miles de millones de toneladas de antibióticos por fabricar y fabricados? Era y fue necesario darle salida. Como pasó igualmente con los productos químicos para deforestar el territorio vietcom (herbicidas): vender ambos a la agricultura y ganadería y, más tarde, a la población en general.

La Naturaleza es compleja y antigua, no tratemos de dominarla, es inútil. Pelearnos contra ella, es hacerlo contra nosotros mismos. Cuanto menos, es absurdo. Quizás estamos en tiempos de abrir la voz a la paz, usar las hierbas medicinales, dispuestos al diálogo reflexivo inteligente. De lo contrario, en la “Era post-antibióticos” no habrá consenso para nadie ni equilibrio posible.

El café está servido, ¿abrimos la tertulia?

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